Si el origen de la cerveza en España marcó las bases de una cultura líquida que se extendería por todo el país, la historia de sus cerveceras es la crónica de un tejido industrial que creció, se transformó, desapareció y volvió a renacer. Desde las primeras fábricas artesanales del siglo XIX hasta los imperios cerveceros actuales, pasando por las marcas rescatadas del olvido y las nuevas craft que pueblan cada rincón, este es el relato geográfico y cronológico de quienes han fermentado España, burbuja a burbuja.
Los Pioneros del Siglo XIX: Las Raíces Industriales
Barcelona y Madrid fueron los epicentros donde germinó la industria cervecera española. En 1806, D. Felipe Costa establecía en Barcelona uno de los primeros talleres cerveceros del país, apenas ocho años después de que la cerveza fuera re-introducida en la corte española. Su legado no perduró, pero abrió un camino que otros seguirían con más fortuna.
Madrid no tardó en responder. En 1814, Juan García Solís fundaba su cervecería en la capital, llegando a abrir dos puntos de venta propios. Un año después, Carlos Brück establecía lo que se convertiría en Santa Bárbara, la única fábrica de la primera mitad del siglo XIX que resistiría hasta el siguiente.
Con sus imponentes cuevas subterráneas capaces de almacenar 500.000 litros, Santa Bárbara no solo producía cerveza: en 1830 innovó con la «cerveza de damas», un estilo más ligero dirigido al público femenino, adelantándose décadas a las estrategias de segmentación de mercado.

Entre 1816 y 1820, Madrid se llenó de cervecerías con nombres que sonaban a babel industrial: Gerónimo Kastler y Compañía (producía cerveza al estilo alemán e inglés), Juan Gaselin (un francés de Poitiers), Antonio Martín Thym y Luis Vogel (que cerró por providencia judicial en 1836). Todas desaparecieron, pero dejaron la semilla de una industria que comenzaba a echar raíces.
El verdadero salto industrial llegó en 1856 con Louis Moritz en Barcelona. El alsaciano Louis Moritz Trautmann fundó la primera compañía cervecera moderna de España, construyendo en 1864 una gran fábrica que marcaría época. Galardonada con medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, la cervecería Moritz se convirtió incluso en sede social del F.C. Barcelona a principios del siglo XX. Aunque cesó su producción en 1978, fue relanzada en 2004 por los tataranietos del fundador, convirtiéndose en la marca de cerveza más antigua de España en activo.

La segunda gran revolución tecnológica llegó en 1872 con August Kuentzmann Damm, también en Barcelona. Su fábrica fue la primera en España en incorporar el frío artificial, permitiendo la producción de cerveza de baja fermentación. Tras separarse de su socio en 1875, Damm fundó lo que hoy conocemos como el Grupo Damm, uno de los pilares de la industria cervecera española.
El siglo XIX cerró con dos fundaciones que marcarían el futuro: Hijos de Casimiro Mahou en Madrid (1890) y Cruz Blanca en Santander (1886). La primera, establecida por los hijos de Casimiro Mahou tras su fallecimiento, se convertiría en el gigante que hoy conocemos. La segunda, aprovechando su ubicación portuaria para importar lúpulo, fue la semilla de lo que sería Cervezas de Santander.
El Primer Tercio del Siglo XX: La Era de los Grandes Nombres
El cambio de siglo trajo consigo la fundación de las que serían las grandes cerveceras españolas. En 1900, tres proyectos ambiciosos abrían sus puertas casi simultáneamente: El Águila en Madrid, La Zaragozana en Zaragoza y La Cruz Azul en Pamplona.
El Águila se alzó rápidamente como líder de producción en las primeras décadas del siglo XX. Su imperio se extendía por todo el país con fábricas en Cartagena (El Azor), Mérida (El Gavilán) y Alicante (El Neblí). Sin embargo, su historia acabaría décadas después en manos de Heineken, que absorbió la marca y la transformó paulatinamente en Amstel entre 1994 y 2004.

La Zaragozana nació de la visión de un grupo de burgueses que reinvirtieron beneficios de otras actividades agroindustriales. Su fórmula de éxito la convirtió en la expansión más notable del país, y hoy forma parte del Grupo Ágora, siendo incluso la fábrica donde Moritz produce industrialmente sus cervezas.
En 1904 en Sevilla, nació La Cruz del Campo, fundada por los hermanos Tomás y Roberto Osborne Guezala, miembros de la célebre saga bodeguera portuense. La fábrica fue diseñada para combinar tradición cervecera centroeuropea con el carácter sureño, y su nombre —inspirado en una cruz de piedra cercana al solar original— evocaba desde el inicio un fuerte arraigo local. Muy pronto se convirtió en Cruzcampo, la que sería una de las marcas más emblemáticas de la historia cervecera española.
Su catálogo inicial incluía estilos como la Pilsen, Bock y, de forma muy notable, una Pale Ale al más puro estilo inglés, cuya etiqueta original se ha convertido hoy en pieza de coleccionismo. Esta apuesta por una cerveza más amarga y seca contrastaba con los gustos habituales del sur peninsular, lo que demuestra el atrevimiento innovador de la marca en sus inicios.

Durante el siglo XX, Cruzcampo creció hasta convertirse en un auténtico imperio cervecero, absorbiendo marcas como Henninger y El Alcázar, y extendiendo su presencia por todo el país. Su capacidad de adaptación le permitió capear la autarquía franquista, liderar el mercado andaluz y convertirse en símbolo de identidad regional. Su expansión llegó a tener presencia industrial incluso en el norte, aunque su fábrica de Bilbao cerró definitivamente en 1992. Hoy, Cruzcampo forma parte de Heineken España, pero su historia sigue latiendo en la memoria de varias generaciones de españoles.
La historia de José María Rivera y La Estrella de Galicia, fundada en 1906 en La Coruña, es la de un emigrante retornado de México que nombró su cervecería en honor a su antiguo negocio en Veracruz. José Rivera Corral creó lo que hoy es Hijos de Rivera, una de las sagas familiares más longevas del sector cervecero español, que ha logrado expandirse hasta Brasil y mantener su independencia familiar.
Barcelona consolidó su posición cervecera en 1910 con la fundación oficial de S.A. Damm, que había evolucionado desde la empresa de Kuentzmann. Damm se convertiría en el maestro de la resurrección de marcas regionales, relanzando nombres como Keler, Victoria, Oro, Calatrava, Rosa Blanca, Estrella del Sur y Turia.
Un hito de la concentración empresarial llegó en 1917 con la formación de Cervezas de Santander, fruto de la fusión entre La Cruz Blanca y La Austríaca de Cervezas. Esta operación fue precursora de la concentración horizontal que caracterizaría décadas posteriores.
Franquismo y Autarquía: Supervivencia y Expansión Controlada
La Guerra Civil y la posterior autarquía marcaron un periodo de escasez de materias primas y control estatal, pero también de consolidación para las cerveceras que lograron sobrevivir. En 1939, mientras España salía de la guerra, se fundaba en Santa Cruz de Tenerife la Compañía Cervecera de Canarias, aunque el bloqueo de maquinaria durante la Segunda Guerra Mundial impidió que operara hasta 1948.
Durante los años 50 y 60 trajeron una expansión geográfica notable. En 1953, Africa Star abría en Ceuta, aprovechando las posibilidades del mercado norteafricano, aunque sus expectativas se redujeron drásticamente con la independencia de Marruecos en 1956, cerrando finalmente en 1992.
El Águila extendió su red con El Azor en Cartagena (1958), El Gavilán en Mérida (1959) y El Neblí en Alicante (1961), creando un imperio que dominaba la producción cervecera española. Sin embargo, la crisis de los 80 provocó el cierre de todas estas fábricas.

Un caso notable fue Estrella de Levante, fundada en 1963 en Espinardo, Murcia. Esta cervecera logró una implantación local tan fuerte que Murcia se convirtió en la región española con mayor consumo per cápita de cerveza. Hoy forma parte del Grupo Damm, manteniendo su carácter regional.
San Miguel comenzó su expansión peninsular con la fundación de su fábrica de Málaga en 1965, seguida por la de Burgos en 1972. Paralelamente, los hermanos Juan y Teodoro Kutz establecían en 1965 Cervezas El León en San Sebastián-Arano, continuando la tradición familiar iniciada en 1888. Aunque la fábrica cerró en 2009, la marca El León ha sido rescatada por Heineken España.
Transición Democrática y Consolidación de Grupos
La llegada de la democracia y la posterior incorporación a la CEE en 1986 transformaron radicalmente el panorama cervecero español. La liberalización del mercado trajo consigo una oleada de fusiones, absorciones y la entrada de multinacionales extranjeras.
La formación de Unión Cervecera S.A. representó el mayor proceso de concentración empresarial de la historia cervecera española. Esta macro-compañía absorbió múltiples cerveceras locales y regionales, desde Madrid hasta Vigo, pasando por Málaga, Santander y Valladolid. Su historia terminó en 1985 cuando United Breweries la adquirió, para ser posteriormente fusionada con otras compañías bajo el control de Cruzcampo en 1991.

Este periodo vio también los últimos coletazos de cerveceras históricas. La marca Santa Bárbara, que había sobrevivido desde 1815, fue finalmente adquirida por Cervezas de Santander en 1940, cerrando así uno de los capítulos más largos de la industria cervecera española.
Renacimientos, Adquisiciones y Marcas Revividas
Una de las características más fascinantes de la industria cervecera española del siglo XXI ha sido la capacidad de los grandes grupos para rescatar marcas históricas del olvido. Damm ha liderado esta estrategia de «arqueología cervecera«, resucitando nombres que formaban parte de la memoria colectiva regional.
Victoria, la cervecera malagueña fundada en 1928 por Luis Franquelo Carrasco, que había logrado una gran cuota de mercado en el sur de España antes de cerrar en 1996, fue relanzada por Damm, que incluso reabrió su fábrica en 2017. Turia, que cerró en Valencia en 1994, volvió como Turia Märzen, una lager ámbar que reinterpreta el estilo clásico que marcó a varias generaciones valencianas. Rosa Blanca regresó desde Mallorca, Oro desde Bilbao, Keler nacida en San Sebastián pero profundamente arraigada en Navarra y Calatrava, nacida en Ciudad Real, fue también rescatada devolviendo a Castilla-La Mancha una marca que durante décadas fue sinónimo de cerveza local.

Mahou San Miguel siguió una estrategia similar con marcas como La Mezquita de Córdoba y Sureña, originalmente lanzada en 1992 por el grupo colombiano Bavaria y adquirida por Alhambra en 1999. El grupo también rescató La Salve, la antigua marca bilbaína de Carlos Schumann, relanzándola en 2014 con participación en el proyecto.
Heineken España no se quedó atrás en la tendencia de rescatar marcas con historia. Uno de sus movimientos más simbólicos fue la recuperación de El Alcázar, fundada en Jaén en 1928, una cervecera que durante décadas mantuvo una fuerte presencia en Andalucía oriental. Su fábrica fue absorbida por Cruzcampo en 1993 y, tras años de desaparición, la marca fue relanzada en 2019 con una receta inspirada en su perfil original: una lager fuerte, de carácter maltoso, que apelaba tanto a la memoria sensorial de sus consumidores históricos como al nuevo público curioso por los sabores clásicos de la cerveza española.
Pero quizá el relanzamiento más visible haya sido el de El Águila, la histórica cervecera madrileña fundada en 1900. Recuperada también en 2019, volvió con dos versiones: una lager especial sin filtrar que apostaba por la turbidez natural como signo de autenticidad, y una versión Dorada más limpia y accesible, pensada para un público amplio. Con su icónica etiqueta, El Águila regresó como un guiño al pasado pero con un lenguaje contemporáneo, apelando al espíritu castizo de Madrid y al orgullo de barrio. Estas recuperaciones no solo reactivaron marcas, sino que devolvieron al mercado cervecero español parte de su geografía emocional, esa que fermenta en la memoria tanto como en el paladar.

Siglo XXI: La Revolución Artesanal y las Nuevas Independientes
Mientras los grandes grupos consolidaban su dominio y rescataban marcas históricas, España experimentaba su particular revolución craft. Las primeras microcervecerías aparecieron a finales de los 90, lideradas por pioneros como Barcelona Brewing Company (1993), fundada por el maestro cervecero Steve Huxley, considerado uno de los principales introductores de la subcultura de la cerveza artesana en España.

Pagoa en el País Vasco (1998) y Cervezas Viva en Canarias (1999) fueron dos de las microcervecerías más antiguas que lograron mantenerse en activo, convirtiéndose en referentes del movimiento artesanal español. Bertoko, también vasca y fundada en 1999, representó la fragilidad de estos primeros proyectos al cerrar en 2001, apenas dos años después de su apertura.
El concepto de brewpub también echó raíces en España con proyectos como Cervecería Rías Baixas en Vilagarcía de Arousa (1995-2004) y Beer Factory en Valencia (1995-1998), aunque su supervivencia resultó más complicada que la de las microcervecerías tradicionales. Aún así, marcaron un precedente para lo que vendría después.
La verdadera eclosión del movimiento craft comenzó a partir de 2012–2015, cuando surgió una nueva generación de cerveceras independientes que ya no buscaban solo subsistir, sino competir en calidad e innovación. Proyectos como Naparbier en Pamplona —referente europeo hasta su cierre en 2023—, Garage Beer Co o BlackLab en Barcelona, con su icónico Brewpub industrial o La Pirata, nacida en Súria, consolidaron un lenguaje propio: diseño atrevido, fórmulas experimentales y una conexión directa con la escena cultural local. Les siguieron nombres como Espiga, Soma, Península, Bidassoa Basque Brewery, Guineu, Cierzo o DouGall’s, todas aún en activo, todas firmes en su apuesta por el carácter.

Mientras los grandes grupos cerveceros, por supuesto, no permanecieron al margen. Mahou San Miguel fue pionera en explorar este boom, comprando el 30% de la estadounidense Founders Brewing Co. en 2014 y elevando su participación al 90% en 2019. En paralelo, adquirió la mayoría de Avery Brewing en 2017 y absorbió el proyecto nacional de Nómada Brewing, una de las firmas más rompedoras de la escena española. Algunas de las referencias más populares de Founders, como la All Day IPA, ya se elaboran en España, adaptando su producción a las plantas del grupo, como la de Alovera (Guadalajara).
Heineken España, por su parte, adquirió la mayoría de La Cibeles en 2018, pero tras el cierre de esta etapa industrial, su fundador, David Castro, relanzó el proyecto de forma independiente, devolviendo la marca a su raíz artesanal. La Virgen, también madrileña, fue comprada por AB InBev en 2017, pero cerró sus puertas en 2023. Molson Coors completó el tablero con la compra del 51% de La Sagra en Toledo ese mismo año.
Finalmente, Hijos de Rivera (Estrella Galicia) optó por una estrategia más selectiva pero firme. En Abril 2025, anunció la adquisición de la mayoría accionarial de Basqueland Brewing, una de las cerveceras artesanales más premiadas y reconocidas del país. Fundada en Hernani por un equipo internacional con base local, Basqueland se había convertido en un símbolo de calidad en estilos lupulados y cervezas innovadoras. Esta operación marcó un antes y un después, mostrando que incluso los grupos con identidad regional sólida como Hijos de Rivera no querían quedarse fuera del juego artesanal. También ha tejido alianzas estratégicas con proyectos como Ogham (Galicia) y ha mostrado interés por la expansión atlántica con colaboraciones en Portugal y contactos en Irlanda, aunque aún sin adquisiciones formales confirmadas.

El Presente: Seis Imperios y Mil Historias Locales
El mercado cervecero español actual está dominado por seis grandes grupos que concentran el 95% de la producción total. Grupo Mahou San Miguel lidera con un 31.3% de la producción, seguido de Grupo Damm (28.6%), Heineken España y Hijos de Rivera (7.4%). Les siguen Grupo Ágora con sus marcas Ambar y Moritz, y la Compañía Cervecera de Canarias, parte de AB InBev.

Pero junto a estos gigantes, España ha visto florecer centenares de microcervecerías que han devuelto a la cerveza su carácter local y artesanal. Desde Tacoa en Canarias (2001), que continúa la tradición de las microcervecerías pioneras, hasta las más recientes craft que han convertido cada provincia en un pequeño mapa cervecero.
La historia ha cerrado el círculo: de las pequeñas fábricas artesanales del siglo XIX a los grandes imperios industriales del XX, y de vuelta a las microcervecerías del XXI. Plataformas como Birrapedia.com documentan hoy esta diversidad, registrando cada cervecera del país mediante su número de Registro Sanitario, testimonio de una industria que ha sabido reinventarse sin perder sus raíces.
Conclusión: Dos Siglos de Espuma y Memoria
La historia de las cerveceras españolas es la crónica de un país que aprendió a fermentar su propia identidad. Desde los pioneros alsacianos y alemanes que trajeron la técnica hasta los actuales maestros cerveceros que rescatan recetas olvidadas, cada cervecera ha aportado su grano de malta a una historia común.
Algunas nacieron, crecieron y desaparecieron llevándose sus secretos. Otras resistieron guerras, crisis y cambios de régimen para convertirse en imperios multinacionales. Las más afortunadas han logrado renacer de sus propias cenizas, recuperando nombres que parecían perdidos para siempre.
Hoy, mientras los grandes grupos dominan el mercado de masas, las nuevas cerveceras artesanales devuelven a cada territorio su sabor particular. La cerveza española del siglo XXI es, al mismo tiempo, global y local, industrial y artesanal, tradición y vanguardia. Dos siglos después de que D. Felipe Costa abriera su pequeña fábrica en Barcelona, España ha conseguido crear no solo una industria, sino una cultura cervecera propia que mira al futuro sin olvidar de dónde viene.
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